EL ESTATUTO LEGAL DEL COLONAJE: CRÓNICA DE UNA DEMOCRACIA VENDIDA

29.05.2025

Hace muchos años decía que la política había caído en manos de comerciantes y acotaba que Hermes, el dios griego del comercio, también lo era de los ladrones y estafadores. Qué casualidad, ¿no? Y siguiendo con los griegos —hablo de aquellos que inventaron y, no solo eso, sino que pusieron en práctica esos sistemas de gobierno— consideraban a la política como una actividad honorable para los ciudadanos, y a su vez despreciaban a aquellos que no se interesaban en ella con el término despectivo de "idiots" o "idiotas", traducción mediante, el cual, con el transcurso del tiempo, se transformó en "idiota útil".

Años después, revolución liberal-burguesa mediante, y después de haber suprimido mediante la ley Le Chapelier los sindicatos, se estableció que el pueblo no delibera ni gobierna sino a través de sus representantes. Y de esa manera, tipo parto de los montes, se insertó en el sistema a los partidos políticos. Partidos que, en su momento —a fuer de ser sinceros— tenían una identidad definida. Y para mayor abundamiento, hubo hombres y mujeres que dieron su vida y/o su libertad en función de esos ideales. Es por eso que digo que, sin distinción de ideologías, cada uno de ellos tenía una identidad definida y, por lo tanto, aquellos que salían de sus filas para ser representantes de quienes los elegían a través de su voto, tenían la dignidad de, por lo menos, defender en sus bancas los intereses de aquellos a quienes representaban.

Esa identidad que los definía en nuestros días ha pasado a ser un objeto de museo, ante el avance de los delirantes, imberbes y corruptos que utilizan denominaciones y/o eslóganes que nada dicen ni nada significan. Todo vale en función de conseguir la beca de la banca de la oferta electoral. Y es así que los tránsfugas de todo tipo y calaña se reúnen en círculos iniciáticos para repartirse el botín que ofrece este sistema de democracia mercantilista.

A tal punto ha llegado esta mecánica de servilismo que el engendro jurídico salido del Pacto de Olivos convalidó, con su sanción, el golpe criminal de 1955 y la Convención Constituyente de 1957, un acto jurídico nulo de nulidad absoluta. Y no conformes con eso, los gallináceos de esa convención espuria establecieron que los partidos políticos son instituciones fundamentales del sistema democrático y que tienen como función elegir a los candidatos que se presenten para las elecciones de cargos públicos. Algo así como un nuevo Estatuto Legal del Colonaje.

Decía el General que se tiende a confundir democracia con liberalismo. Esto es como si no hubiera otro sistema de gobierno que el concebido por el mercado en función de sus intereses. La democracia es solo un sistema de gobierno. Confundir aviesamente democracia con liberalismo es una vieja falacia implementada por el régimen para la defensa de sus intereses.

El sistema de gobierno implementado por el liberalismo lo venimos sufriendo en Iberoamérica hace más de 200 años. Y, salvo contadas excepciones, siempre gobernaron los liberales, sean estos civiles o militares, y solo trajeron más hambre y miseria, represión y perversidad en estrato con los más humildes. Ya que, para lograr sus propósitos, no vacilaron en asesinar a aquellos que se les opusieron. Es inconcebible seguir pensando que con este sistema de democracia se educa, se come y se cura. Nada de eso ha sucedido, no solo en nuestro país sino en todo el continente iberoamericano, productor por excelencia de materias primas, de alimentos, que solo han servido para mantener al 10 % de los ricos del mundo, mientras que el resto de los humildes nacen y mueren en la más trágica pobreza.

Esta democracia solo le sirve a los cómplices del sistema, los pocos, mientras la mayoría de los otros —los pobres, los humildes, los más vulnerables— son sometidos y humillados desde sus promesas hipócritas. Porque todos ellos son socios de la corrupción del sistema.

La paz no es ausencia de problemas, sino una plenitud de goce de los derechos esenciales de todos. La paz es hermana de la justicia. La paz es dar la pelea contra la injusticia, porque la justicia, si no contempla los derechos de los más vulnerables, es solamente un concepto vacío. Tal cual lo es esta democracia. La justicia social es inherente a un sistema democrático digno, y si no hay justicia social, es una democracia de fantasía, un concepto vacío que esconde la vileza con que se maneja el mercado del capital.

Esta democracia de merenderos, ollas populares, viejos apaleados, salarios indignos, es solo un concepto no solo vacío, sino también viejo y colonial.

Por eso no nos cansamos de repetir que, para nosotros, la verdadera democracia es aquella en donde el gobierno hace lo que el pueblo quiere y defiende un solo interés: el del pueblo.

Ricardo Blanco

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