POR SUS FRUTOS LOS CONOCERÉIS

Cuando en agosto de 1973 el Gral. Perón habló al pueblo argentino, entre otras cosas dijo: "El pueblo argentino es un pueblo muy politizado pero que carece de cultura política". Años antes había profetizado que el año 2000 nos encontraría unidos o dominados. Cada una de esas sentencias debe hacernos reflexionar a los que todavía, en este aciago 2025, seguimos siendo custodios de sus enseñanzas y de su doctrina.
El régimen capitalista tiene dos métodos por excelencia para someter a los trabajadores. Uno es la violencia sin límites, que genera miedo y terror descontrolado en la mayoría de la población. Ese método fue aplicado en estas tierras por parte de la oligarquía desde el golpe de 1955 hasta la dictadura cívico-militar de 1976, con su trágico saldo de muertos y desaparecidos.
El otro método, mucho más sutil e incruento en cierto sentido, es el de conceder algunos derechos y reivindicaciones a través de la pata liberal partidocrática de esta misma oligarquía que, con un ropaje progresista reformista, accede al gobierno mediante el voto de sus candidatos, elegidos y propuestos por ellos mismos. Estos llevan a cabo ciertas reformas, cuidando que las mismas no toquen ni de cerca los intereses de sus mandantes.
Es así que se plasma en el texto constitucional una serie de derechos y legítimas reivindicaciones del pueblo trabajador, pero que nunca habrán de cumplirse de manera cabal, como es el caso de la vivienda digna o el principio de igual remuneración por igual trabajo, ejemplos de una larga serie de engaños muy bien presentados en sociedad.
Sentenciaba la compañera Eva Perón que EL PERONISMO SERÁ REVOLUCIONARIO O NO SERÁ. Esto es: podrá ser otra cosa, pero nunca peronismo. Y, de hecho, lo es, digo, otra cosa, funcional al sistema de explotación capitalista.
La cabeza de playa de esta infiltración la inició el "menemato neoliberal" para concluir en la última etapa con el paupérrimo gobierno de los Fernández, que dio como resultado el ascenso al gobierno de este pobre infeliz, enfermo psiquiátrico e impotente, que triunfó sobre aquel que, en su momento, los mismos que lo eligieron decían que era el candidato de la embajada de Estados Unidos. Vaya paradoja, si las hay.
Lo que no hay hasta el momento es una autocrítica honesta de parte de quien es el responsable directo de esta debacle, que nos lleva de manera inexorable a la pérdida de nuestra identidad peronista y revolucionaria.
Pero, obvio, nada es casual. Ser ingenuo en política es un pecado mortal. La imposición de un partido socialdemócrata que alterne en el gobierno con la derecha reaccionaria es algo así como el dulce de leche para el amo imperial. "Por fin lo hemos logrado" dirán: nos costó unos dólares, pero bien vale la inversión.
Por eso, amigo, se me ocurrió esa sentencia bíblica en el título de este artículo. Porque no importa aquí si fueron muchos o pocos los votos de candidatos que no representan los valores inmersos en nuestra ideología. La felicidad del pueblo y la grandeza de la Nación no es tan difícil de entender, ¿verdad? Porque una Patria JUSTA, LIBRE Y SOBERANA se defiende de la rapiña del imperialismo en todos los terrenos y con todas las armas a nuestro alcance.
Siguiendo el ejemplo señero de la inmortal capitana de los humildes, que renunció a los honores pero no a la lucha, levantemos su nombre como bandera de victoria y no permitamos que nos roben nuestra identidad.
Ricardo Blanco
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